Conocí al Flaco de los Santos a fines de 2004. En medio de la sacudida emotiva de la victoria del Frente Amplio en octubre, no era muy fácil interesarse rápidamente en las campañas municipales del año siguiente, que ya empezaban a delinearse. Tenía bastante contacto con Maldonado, a donde iba con frecuencia y donde había seguido la campaña municipal del 2000, pero para un montevideano como yo que miraba la política desde allá, él era casi un recién llegado, con todas las interrogantes que eso generaba. Después de un par de charlas todo cambió, porque el pintor de brocha que quería ser intendente del principal reducto de la clase alta uruguaya sonaba como un cuadro político más que interesante.
Todo eso, aún a costa de mis restricciones con los de su profesión.
Hace muchos años, en medio de otra campaña, y hablando de los políticos que heredaban situaciones complicadas, otro flaco –Raúl Castro, el director de “Falta y Resto”- me había enseñado lo que me gusta llamar el “relativismo de los pintores”. Decía que siempre se cubrían de las posibles consecuencias de sus errores con un cuidado extremo sobre los antecedentes: “…y, yo te pinto así, pero te pueden salir hongos”.
A lo largo de estos cinco años, pude conocer a un pintor que no reniega de aquella advertencia, pero la pone en su correcta dimensión, asumiendo la realidad como es: en la vida, como en la pintura, si se quiere un resultado de buena calidad, hay que llegar hasta el fondo.
Creo que eso es lo que el Flaco ha intentado hacer en toda su vida política y, muy especialmente, en estos cinco años al frente de la Intendencia: recoger los mejores legados de la izquierda uruguaya, que incorporan el debate más amplio posible, en el marco de la preocupación por generar mejores niveles de vida para todos. Aún cuando sea incómodo, nos enfrente con nuestros adversarios, a veces con nuestros compañeros e, incluso, con nuestra propia experiencia vital.
Por eso sus preocupaciones y sus anhelos. La necesidad de generar un ámbito que permita el desarrollo de la iniciativa privada con reglas claras para todos y posibilidades ciertas del Estado para orientar esa inversión y redistribuir sus beneficios. La urgencia de cuidar los recursos naturales del departamento, poniéndolos en valor e integrándolos en una estrategia de desarrollo. La necesidad de integrar a los trabajadores municipales como protagonistas fundamentales en una estrategia de mejora continua de la calidad de los servicios públicos. La lucha por la descentralización como un mecanismo que permite ampliar la democracia, generando espacios de debate y decisión colectiva. La búsqueda de oportunidades educativas en el departamento que los que nacen o llegan a Maldonado puedan soñar que en el futuro pueden ser lo que quieren ser.
Puedo dar fe que no son cosas que llegan en momento de campaña. Hace tres años, cuando su gestión pasaba por momentos menos favorables en términos de opinión pública, me llamó la atención su preocupación por dar siempre las discusiones, en el gabinete municipal, en los medios, en el ámbito de su propia fuerza política, aún sabiendo que muchas veces podía no salir bien parado. Y aún sabiendo que muchos le pedían actos de autoridad y podían malinterpretar esos debates como muestras de debilidad. En medio de esas situaciones, lo vi siempre enfrentar las discusiones con decisión y, lo que siempre me gratificó más, sin abandonar ese humor que trae desde los andamios.
Como da testimonio este libro, uno es en buena medida un resultado de su vida. Una vida que uno construye, pero nunca lo hace sólo, sino rodeado de gente y circunstancias de las que se pueden aprender en cada momento. Por eso su insistencia en la construcción colectiva, y su reconocimiento de las limitaciones de los proyectos personales. Por eso la necesidad de seguir recreando la práctica política de la izquierda uruguaya para adecuarla a las nuevas necesidades de un departamento y un país que sólo puede entenderse y desarrollarse en conjunto. Por eso el convencimiento que lo importante para el proyecto político de la izquierda es un nuevo triunfo del Frente Amplio en Maldonado, más allá de nombres o agrupaciones.
El hombre que de niño peregrinó por distintas escuelas siguiente la huella de sus padres, el adolescente que trabajaba por la cama y el pan, el joven que quería ser soldado, el hombre que hoy recuerda cuando comió su primer masita del Emporio de los Sándwiches, sabe muy bien que algunos años después pudo llegar a la Intendencia porque un movimiento social y una fuerza política crearon las condiciones que hicieron posible esa trayectoria. Y lo hicieron y, sobre todo, escuchando a la gente.
Conociendo al Flaco de los Santos, no tiene mucho sentido pedir que lo voten. Lo que él se merece es que lo escuchen. La gente y las circunstancias se encargarán del resto. Y estará bien.
Porque, como dice su campaña, el Flaco va a seguir. Pase lo que pase.
Los luchadores de veras no conocen otros caminos.
* Prólogo del libro “El Flaco, pintor de sueños”, una entrevista al ex intendente de Maldonado Oscar de los Santos, realizada por Raúl Legnani, que será presentado este jueves 29 de abril en el Cabildo de Montevideo, a las 12 y 30 horas.
jueves, 29 de abril de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario